- ¡Aló, buenos
días!.
- Buenos días señor,
dígame.
- ¡Me he quedado fuera
del departamento, sería posible que viniera lo antes posible a abrirlo
por favor!.
- Dígame donde
es.
- Carloco Antunino 2100,
departamento 704.
- Yo estaría ahí
en unos 20 minutos mas o menos, y el costo es de diez mil pesos.
- Ningún problema,
lo importante es que sea lo antes posible.
- ¿Cuál es su nombre?.
- Jorge Correa.
- ¡Bien don Jorge, ahí
nos vemos!.
Verificar que todas las
herramientas estuvieran en el maletín y tomar un taxi, era lo más
atinado para atender prontamente al urgido caballero. Fue así que en
unos cuantos minutos ya me encontraba con mi contratante en el recibidor del
edificio y luego del protocolar saludo; rápidamente al ascensor y vamos
trabajando.
- ¿Y con esos alambritos
piensa abrir la puerta?.
- Así es caballero,
¿acaso nunca antes le había pasado algo similar?.
- Una vez hace muchos
años, pero lo resolví de una certero "patadón",
¡claro que se hizo pedazos la puerta y el marco!......¡Es la patada más
cara que he dado en toda mi vida!.
- ¡Mire que resultó
rápido ahora la cosa, don Jorge; ya le tengo abierto el asunto!.
- ¿Y por eso me cobraste
diez mil pesos?.
- ¡Pero si en eso habíamos
quedado!.
- ¡Ah no, yo no te voy
a regalar la plata así como así tan fácil!...¡Es muy
poco para tanta plata!.......¡Toma ahí tenís cinco lucas, con
eso creo que estás sobradamente pagado!.
- ¡Oiga señor,
pero si le di el precio antes de salir de mi taller, es justamente para evitar
algún problema como este. Además pienso que estaba tratando
con un caballero!.
- El que sea un caballero
no tiene nada que ver con botar así como así la plata,.......¡chis!,...
¡pero si no te demoraste ni cinco minutos!.
- Pero usted me contrató
para abrirle el departamento, no para hacerlo en un tiempo determinado,
por lo demás fue bien claro en que le importaba hacerlo lo más
pronto posible......y al fijar el precio usted dijo....¡ningún problema!......
¡o no!.
- Si pero.......
- ¡Ah, sabe que más
chao!,........ ¡ahí tiene!.
Agarré sin más
pensar la puerta y la cerré nuevamente, haciendo lo mismo con mi maletín,
enfilando raudo e iracundo hacia el ascensor, dejando a mi desconcertado cliente
con sus cinco mil pesos en la mano y con todos sus modos, ideas y palabras en
total confusión.
Esta historia pasó
por el año 1985 más o menos. Desde entonces don Jorge Correa se
convertiría en uno de mis más fieles y recordados clientes, no
tan solo por este episodio, si no porque me volvería a llamar "cientos
de veces"; además me recomendaría a mucha gente,
inclusive la empresa donde él era uno de sus gerentes y accionista mayoritario.
Así que por supuesto atendí con mucho gusto por quince años,
ganando mis buenos "morlacos". Finalizó esta
relación no hace mucho por dos motivos: uno porque "Don Jorge"
partió a darle cuentas a mi Dios, y la otra es....... el
motivo de "otra historia", que veré más
adelante, si vale o no la pena escribir.