LOS TREINTA MIL DOLARES.

Era la tercera vez que esa oficina requería de mis servicios, así que se consolidaba otro buen cliente a mi cartera. Corría el año 1985 y según recuerdo era invierno, ¡como olvidar ese resfrío!.

Aprovecharon la hora de reunión en el salón, para que yo realizara mi trabajo, siendo la secretaria-recepcionista quien debía atenderme, mientras tanto yo abría el escritorio-cardex en la oficina del jefe, y luego cancelaría mis "humildes honorarios".

El mueble era de madera noble, tipo "director", con cajonera cuádruple en su lado izquierdo y cajón simple más cajón carpetero del lado derecho. Fue precisamente ese lado, el que había que abrir y luego amaestrar su cerradura con el otro lado del escritorio, para que el usuario dispusiera de una sola llave para ambos lados; cosa que de fábrica debería venir implementada.

Una llave yacía quebrada al interior del cilindro; así que lo primero era extraerla y después proceder a sacar los cajones, para luego desmontar la cerradura y hacer el trabajo.

Al retirar los cajones de este tipo de muebles es muy común encontrar, un sin fin de cosas; y esta no era la excepción. Debido al gran espacio extra que había al fondo del zócalo, es que encontré corchetes, sobres, lápices, unas revistas porno, clips, papeles y mas papeles, los que iba entregando a la atenta y hermosa secretaria, quien supervisaba curiosa y expectante mi labor.

Me había quedado sin linterna, ya que descuidadamente la había olvidado en un auto, al que le había hecho llaves la noche anterior. Así que tanteando poco a poco, iba desocupando las cosas desde el fondo del mueble. Y fue en uno de esos "tanteos", que tomé un bultito que, so acto reflejo solté. De inmediato presentí que eran billetes y se me despertó el diablito que todos llevamos dentro.
-¡Son billetes " kikin", y se nota que llevan harto tiempo allí!,.. ¿y si me hago el " gueón"?.

Debo haber demostrado de alguna forma mi sorpresa, ya que la niña al verme titubear me interroga de inmediato.

Es que parece que no sirvo para la maldad, -¿o soy tonto?,- ahí verán ustedes, pero procedí a tomar con "dificultad simulada" el paquetito, entregándolo a la sorprendida secretaria.

Lo mío era hacer las llaves y seguí en eso. Mientras la esmerada secretaria descuidando su atención hacia mi, procedía a guardar en una bolsa, todas las cosas que le había pasado; manteniendo a un lado el "turro" de billetes de diferente nominación, que se mantenían firmemente ligados, con un número no determinado de elásticos rojos. Así que al pasar unos quince minutos, ya hacía mi boleta de honorarios, por la cual recibiría lo mío y luego sería despachado.

¡Fui entonces tan inocente!, o mas de alguno de ustedes dirá que fui muy "GUEÓN".(¿o no?, Ramón). Pero al pasar el tiempo y al no volverme a llamar, es que me di cuenta que la gentil y bella secretaria, nunca entregó los dólares, ¡No tenía porqué hacerlo!, si ya habían pagado justos por pecadores, y el tiempo se había encargado de borrar del todo, el recuerdo de esos verdes "billetitos". Lo mas justo entonces hubiese sido, compartir con; el entonces, "joven cerrajero" el suculento botín. Pero debí conformarme con seguir siendo un, "intachable hombre de bien, del todo honrado y millonario en babas",restando como es lógico de mi cartera esos clientes.

FIN